lunes, 20 de diciembre de 2010

Niebla



Observe lo quejumbroso que estaba el suelo
 Con su talento gris rociaba  cada rincón de los montes

Y temí

Acaricie la ventana con las mejillas calidas, que destilaban aguas
Estremecidas,
De sus pozos caían amargas gotas de hiedra

Dedicaban a callar con su gota a gota
Mi boca suprimida…

¡Oh embellecidas  grises!

Porque no buscan al asador  
De mis  versos

Calcinero de mis ilusiones…

Consiente de la confianza
Que les concedo

Rebuscarlo   para no disimular más

Muéstrenle  que le ansió.

  Abajito del soplo
 Certificarle con mi nombre…


¡Que le busco!

Y que permanezco cerca

Llévalo en tus protecciones

Y has que comprenda como casualidad  

Para que no sospeche

Que todos los días le hablo de cerca

A través de tus grises bastidores…


No le prevengas mal alguno
Si no te contesta.
//
Culpable no es
De tal estrago mió
//

He sufrido por su silencio

Y su ausencia…

Marchate, en su busca,

Envidiada niebla...

Agosto




Sube la humedad de la ciudad
Al final de la tarde
Me sumo a la nostalgia

No se que explicar
Lo que me trae a ti…

Expulso pétalos de flores

 Con la rapidez

De la que nunca hable

Sacudo las hojas secas de agosto

Atropello ciénagas
De la noche anterior

Pero nada me hace deslumbrar

Como sus mudos ojos
Que desentonan el momento
Qué armo.

Quisiera renombrar  ha agosto, por los once que siguen rotando

Angustiosamente ya no tengo el mismo gusto
Por armar momentos.
Si otoño existiese como supongo, agonizaría por sancionar sus ojos.



...
Antes de amarte, amor
nada era mío:
vacilé por las calles y las cosas:
nada contaba ni tenía nombre:
el mundo era del aire que esperaba.
Yo conocí salones cenicientos,
túneles habitados por la luna,
hangares crueles que se despedían,
preguntas que insistían en la arena.
Todo estaba vacío, muerto y mudo,
caído, abandonado y decaído,
todo era inalienablemente ajeno,
todo era de los otros y de nadie,
hasta que tu belleza y tu pobreza
llenaron el otoño de regalos.

Pablo Neruda.